La hepatitis C es una enfermedad del hígado causada por el virus del mismo nombre (VHC).
El virus puede causar una hepatitis aguda o crónica y varía entre una dolencia leve que dura algunas semanas y una enfermedad grave de por vida.
La transmisión del virus de la hepatitis C es sanguínea; la mayoría de las infecciones se producen por exposición a la sangre por prácticas de inyección o de atención de salud poco seguras, transfusión de sangre sin analizar, consumo de drogas inyectables y prácticas sexuales que conllevan contacto con sangre.
Se estima que en el mundo hay 58 millones de personas con infección crónica por el virus de la hepatitis C con alrededor de 1,5 milliones de nuevas infecciones cada año.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calculado que en 2019 fallecieron cerca de 290 000 personas debido a la hepatitis C, sobre todo por cirrosis y carcinoma hepatocelular (cáncer primario de hígado).
Los antivíricos pueden curar más del 95% de los casos de infección por el virus de la hepatitis C, pero el acceso al diagnóstico y el tratamiento es limitado.
En la actualidad no existe ninguna vacuna contra la hepatitis C.
El virus de la hepatitis C (VHC) causa una inflamación del hígado que puede ser aguda o crónica. Las infecciones agudas suelen ser asintomáticas y, en su mayor parte, no conllevan riesgo mortal. Aproximadamente un 30% (15-45%) de las personas infectadas elimina el virus espontáneamente en un plazo de 6 meses, sin necesidad de tratamiento.
En el 70% restante (55-85%), la infección se cronifica. El riesgo de presentar cirrosis que tienen las personas con infección crónica por el VHC oscila entre el 15% y el 30% en un periodo de 20 años.
Distribución geográfica
Aunque la carga de hepatitis C es variable, afecta a todas las regiones de la OMS. Tanto en la Región del Mediterráneo Oriental como en la de Europa hay 12 millones de personas afectadas. En cuanto a las regiones de Asia Sudoriental y del Pacífico Occidental, se calcula que en cada una de ellas hay unos 10 millones de personas infectadas crónicamente, mientras que estas cifras son de alrededor de 9 y de 5 millones de personas, respectivamente, en las regiones de África y de las Américas.
Transmisión
El virus de la hepatitis C se transmite a través la sangre. Las causas más habituales de contagio son:
la reutilización o esterilización inadecuada de material médico en establecimientos de salud, sobre todo jeringuillas y agujas;
la transfusión de sangre y hemoderivados sin analizar;
el consumo de drogas inyectables y la reutilización por otra persona del material para inyección.
Además, también puede transmitirse de una madre infectada a su bebé y a través de prácticas sexuales en las que hay exposición a sangre (puede ocurrirles a las personas que tienen varias parejas sexuales y a los hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres). Sin embargo, estas vías de transmisión son menos comunes.
La hepatitis C no se transmite a través de la leche materna, los alimentos o el agua, ni por contacto ocasional, por ejemplo, a través de abrazos o besos o por compartir comidas o bebidas con una persona infectada.
Síntomas
El período de incubación de la hepatitis C oscila entre 2 semanas y 6 meses. Tras la infección inicial, aproximadamente un 80% de las personas no presentan síntomas. La sintomatología aguda puede incluir fiebre, cansancio, inapetencia, náuseas, vómitos, dolor abdominal, color oscuro de la orina, color claro de las heces, dolor articular e ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos).
Detección y diagnóstico
Como las nuevas infecciones por el VHC suelen ser asintomáticas, se diagnostican pocos casos cuando son recientes. A menudo, la infección crónica también queda sin diagnosticar porque se mantiene asintomática durante décadas, hasta que aparecen síntomas secundarios al daño hepático grave.
La infección por el VHC se diagnostica en dos etapas:
La detección de anticuerpos anti-VHC con una prueba serológica revela la infección.
Si la prueba de anticuerpos anti-VHC da positivo, para confirmar la infección crónica se necesita una prueba que detecte el ácido ribonucleico (RNA) del virus, ya que el 30% de los infectados eliminan espontáneamente el virus sin necesidad de tratamiento gracias a que se desencadena una fuerte respuesta inmunitaria. Sin embargo, aunque ya no estén infectados seguirán dando positivo para los anticuerpos anti-VHC.
Una vez diagnosticada una infección crónica por el VHC se deberá evaluar la magnitud del daño hepático (fibrosis y cirrosis), ya sea por biopsia hepática o mediante varias pruebas incruentas. El daño hepático existente sirve para orientar las decisiones terapéuticas y la conducta clínica.
El diagnóstico precoz puede prevenir problemas de salud derivados de la infección, y también la transmisión del virus. La OMS recomienda someter a pruebas a las personas que puedan correr más riesgo de infectarse.
En entornos en los que la seroprevalencia de los anticuerpos anti-VHC es alta en la población general (≥ 2% o ≥ 5%), la OMS recomienda que se ofrezca a todos los adultos la realización de pruebas de detección del VHC y acceso a servicios de prevención, atención y tratamiento.
De los 37,7 millones de personas que, según las estimaciones, hay infectadas por el VIH en el mundo, unos 2,3 millones (el 6,2%) han dado positivo en una prueba serológica de infección por el VHC, pasada o actual. Las hepatopatías crónicas son una importante causa de morbilidad y mortalidad entre los infectados simultáneamente por el VIH y el VHC en todo el mundo.
Tratamiento
Una nueva infección por el VHC no siempre requiere tratamiento, porque en algunas personas la respuesta inmunitaria elimina la infección. En cambio, cuando la infección se cronifica se debe tratar. El objetivo del tratamiento de la hepatitis C es la curación.
La OMS recomienda el tratamiento con antivíricos de acción directa (AAD) pangenotípicos para personas mayores de 12 añoa que curan la mayoría de los casos de infección por el VHC. La duración del tratamiento es breve (normalmente, de 12 a 24 semanas), dependiendo de la ausencia o presencia de cirrosis.
Estos antibióticos siguen siendo caros en muchos países de ingresos altos y de la franja superior del grupo de países de ingresos medianos. Sin embargo, los precios se han reducido drásticamente en muchos países (sobre todo en los de ingresos bajos y medianos-bajos) gracias a la introducción de genéricos.
El acceso al tratamiento está mejorando, pero sigue siendo demasiado limitado. Se calcula que, en 2019, de los 58 millones de personas infectadas por el VHC que había en el mundo, solo el 21% (15,2 millones) estaban diagnosticadas y, a finales de ese mismo año, solo en torno al 62% (9,4 millones) de ellas habían sido tratadas con AAD.
Prevención
Puesto que no se dispone de vacunas eficaces contra la hepatitis C, la prevención se basa en reducir el riesgo de exposición al virus en los establecimientos de salud y en los grupos de población de alto riesgo, como los consumidores de drogas inyectables y los hombres que tienen relaciones con hombres, en especial los que están infectados por el VIH o toman profilaxis contra esta infección antes de la exposición.
A continuación se enumeran algunas intervenciones de prevención primaria recomendadas por la OMS:
administración adecuada y sin riesgos de inyecciones por trabajadores de la salud;
manipulación y eliminación segura de desechos y objetos cortopunzantes;
prestación de servicios integrales de reducción de daños para los consumidores de drogas inyectables, en particular suministrándoles material de inyección estéril y tratando la dependencia de forma eficaz y basada en la evidencia;
realización de pruebas de detección del virus de la hepatitis B y el VHC (además del VIH y la sífilis) en la sangre donada;
capacitación del personal de salud;
prevención de la exposición a la sangre durante las relaciones sexuales.
Respuesta de la OMS
En mayo de 2016, la Asamblea Mundial de la Salud adoptó la primera Estrategia mundial del sector de la salud contra las hepatitis víricas para 2016-2021, en la que se destaca la función crucial de la cobertura sanitaria universal y cuyas metas están alineadas con las de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El objetivo último de la estrategia es eliminar las hepatitis víricas como problema de salud pública; con ese fin, se fijan las metas mundiales de reducir las nuevas infecciones por virus de las hepatitis en un 90% y la mortalidad por las enfermedades que causan en un 65% para 2030.
Con el fin de ayudar a los países a lograr los objetivos mundiales relativos a las hepatitis víricas en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la OMS trabaja en las siguientes esferas:
sensibilización, promoción de alianzas y movilización de recursos;
formulación de políticas basadas en la evidencia y recogida de datos para la actuación;
mejora de la equidad en la atención a las hepatitis;
prevención de la transmisión; y
aumento de la detección sistemática, la asistencia y el tratamiento.
La OMS organiza cada año el Día Mundial contra la Hepatitis (una de las nueve campañas sanitarias emblemáticas de la Organización) para aumentar la concienciación y los conocimientos acerca de las hepatitis víricas. Por el Día Mundial contra la Hepatitis 2021, la OMS se centra en el lema «La hepatitis no puede esperar» a fin de destacar la urgencia que reviste eliminar las hepatitis para alcanzar las metas fijadas para 2030 a este respecto.
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