Más del 55% de la población mundial vive en zonas urbanas, y se prevé que esa proporción aumentará al 68% para 2050.
Casi un 40% de los residentes de zonas urbanas carecen de acceso a servicios de saneamiento gestionados de manera segura, y muchos carecen de acceso al agua potable.
En las zonas urbanas, según estimaciones, el 91% de las personas respira aire contaminado.
Los sistemas de transporte urbano organizados deficientemente generan una serie de amenazas, tales como traumatismos por accidentes de tránsito, contaminación atmosférica y acústica y dificultades para desarrollar actividad física sin riesgos, todo lo cual da lugar a mayores niveles de enfermedades no transmisibles y traumatismos.
Se prevé que la constante urbanización convertirá a las ciudades en epicentros de propagación de enfermedades, en particular enfermedades transmitidas por vectores.
Panorama general
El incremento de la carga de morbilidad por enfermedades no transmisibles, la persistente amenaza que plantean los brotes de enfermedades infecciosas, y el creciente riesgo de violencia y traumatismos son problemas cruciales de salud pública en las zonas urbanas. Esta triple amenaza incluye:
La enfermedades no transmisibles, por ejemplo, cardiopatías coronarias, asma, cáncer y diabetes, se agravan debido a las condiciones de vida y trabajo insalubres; espacios verdes insuficientes; contaminación del agua, el suelo y acústica; islotes de calor urbano; y escasez de espacios para caminar, montar en bicicleta y llevar una vida activa. La diabetes está relacionada con la obesidad y el sedentarismo en ciudades carentes de buena infraestructura para el tránsito y los desplazamientos a pie o en bicicleta. Asimismo, la urbanización guarda relación con altas tasas de depresión, ansiedad y trastornos de salud mental.
Los traumatismos (incluidos los traumatismos por accidentes de tránsito) y la violencia interpersonal afectan particularmente a niños, adultos jóvenes y personas mayores, así como a los grupos más marginados, debido a las malas condiciones de trabajo y de vida y a la falta de transporte e infraestructuras seguros.
Las enfermedades infecciosas, entre ellas la COVID-19, la tuberculosis, el dengue y la diarrea se propagan en entornos de pobreza y hacinamiento y guardan estrecha relación con las viviendas insalubres y la gestión deficiente de los residuos y los servicios de saneamiento. La mala gestión de los residuos urbanos propicia la transmisión de enfermedades tales como las provocadas por los virus de Zika y del Ebola.
Desigualdades sanitarias en zonas urbanas
Si bien la urbanización puede conllevar beneficios sanitarios y económicos, su desarrollo rápido y sin planificación puede tener muchos efectos negativos para la salud social y medioambiental que afectan con la máxima dureza a las personas más pobres y más vulnerables. Las desigualdades sanitarias suelen ser mayores en las zonas urbanas y, en ocasiones, varían de una calle a otra. Por lo general, las personas migrantes y de otros grupos desfavorecidos se encuentran apiñadas en los barrios más carenciados y ambientalmente degradados, con las mínimas posibilidades de movilidad, trabajo y educación, el peor acceso a los servicios de salud y los ingresos por debajo de la media.
Salud urbana y cambio climático
Las ciudades consumen más de dos tercios de la energía del planeta y representan más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Las poblaciones urbanas se cuentan entre las más vulnerables al cambio climático: las ciudades interiores pueden experimentar temperaturas entre 3 y 5oC más altas que las zonas rurales circundantes, debido al llamado efecto de islote térmico urbano generado por las grandes superficies de hormigón y la falta de cubierta vegetal.
Salud urbana y COVID-19
La pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto que, frecuentemente, las emergencias golpean con mayor dureza a las ciudades. Los residentes en las ciudades suelen estar muy expuestos al virus y no tienen espacios o medios para protegerse. El hacinamiento y la falta de servicios de saneamiento aumentan el riesgo de contagio, limitan las posibilidades de los residentes para cumplir las disposiciones de salud pública e incrementan las probabilidades de violencia interpersonal. En todo el mundo, la COVID-19 se ha propagado rápidamente en zonas en las que existen otras desigualdades en materia de salud, por ejemplo, las diferencias injustas y evitables en lo concerniente a salud, bienestar y acceso a servicios de salud de calidad. En las zonas carenciadas, los números de casos de COVID-19 y de defunciones conexas duplican a los de las zonas más favorecidas.
Respuesta de la OMS
La salud urbana es una prioridad creciente para la OMS, y la magnitud de los problemas en esa esfera implica que los enfoques para afrontarlos deben ser estratégicos, multisectoriales y coordinados. La OMS aborda la salud urbana de una manera transversal centrada en el mejoramiento de la calidad del aire, el agua y el saneamiento, así como de otros determinantes ambientales; la planificación urbana saludable; los entornos más sanos y sin humo; la movilidad segura y saludable; la prevención de la violencia y los traumatismos; los sistemas y las dietas saludables; la gestión medioambiental de enfermedades transmitidas por vectores; y la preparación y respuesta ante emergencias en las zonas urbanas. También es prioritario hacer frente a los riesgos y las necesidades de grupos específicos de población, entre ellos los niños, las personas mayores y las personas migrantes. El carácter interrelacionado de los problemas de salud urbana implica que las medidas adoptadas en un sector puedan beneficiar a muchos otros.
Con el fin de ayudar a los Estados Miembros a atender las prioridades mencionadas, la OMS apoya el mejoramiento de la base de conocimientos, con miras a posibilitar que las instancias normativas adopten decisiones informadas en lo relativo a los riesgos sanitarios. La Organización facilita instrumentos y orientación sobre las medidas eficaces y respalda el seguimiento de los principales indicadores sanitarios. La OMS dirige y desarrolla actividades de colaboración que promueven los intercambios entre ciudades, y contribuye a la elaboración de marcos institucionales y normativos para la buena gobernanza urbana en favor de la salud y el bienestar en las ciudades.
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