Violencia contra la mujer

La violencia contra la mujer -especialmente la ejercida por su pareja y la violencia sexual- constituye un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de las mujeres.
Las estimaciones mundiales publicadas por la OMS indican que alrededor de una de cada tres (30%) mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida.
La mayor parte de las veces el agresor es la pareja. En todo el mundo, casi un tercio (27%) de las mujeres de 15 a 49 años que han estado en una relación informan haber sufrido algún tipo de violencia física y /o sexual por su pareja.
La violencia puede afectar negativamente la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres y, en algunos entornos, puede aumentar el riesgo de contraer el VIH.
La violencia contra la mujer puede prevenirse. El sector sanitario tiene una importante función que desempeñar para proporcionar atención integral de salud a las mujeres que sufren violencia, y como punto de entrada para derivarlas a otros servicios de apoyo que puedan necesitar.
Introducción
Las Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer como «todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada». (1)

La violencia de pareja se refiere a los comportamientos de la pareja o expareja que causan daño físico, sexual o psicológico, incluidas la agresión física, la coacción sexual, el maltrato psicológico y las conductas de control.

La violencia sexual es «cualquier acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual u otro acto dirigido contra la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de su relación con la víctima, en cualquier ámbito. Comprende la violación, que se define como la penetración, mediante coerción física o de otra índole, de la vagina o el ano con el pene, otra parte del cuerpo o un objeto, el intento de violación, los tocamientos sexuales no deseados y otras formas de violencia sexual sin contacto».

Magnitud del problema
Las estimaciones más precisas sobre la prevalencia de la violencia de pareja y la violencia sexual son las obtenidas mediante encuestas poblacionales basadas en el testimonio de las supervivientes. Según un análisis de los datos sobre la prevalencia de este problema en 161 países y zonas entre 2000 y 2018, realizado en 2018 por la OMS en nombre del Grupo de Trabajo interinstitucional de las Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, en todo el mundo, casi una de cada tres mujeres (un 30%) ha sufrido violencia física y/o sexual por su pareja o violencia sexual por alguien que no era su pareja o ambas (2).

Más de una cuarta parte de las mujeres de entre 15 y 49 años que han tenido una relación de pareja han sido objeto de violencia física y/o sexual de pareja al menos una vez en su vida (desde los 15 años). Las estimaciones sobre la prevalencia de la violencia de pareja sufrida a lo largo de la vida van del 20% en la Región del Pacífico Occidental de la OMS, 22% en los países de ingresos elevados y la Región de Europa de la OMS y 25% en la Región de las Américas de la OMS, al 33% en la Región de África de la OMS, 31% en la Región del Mediterráneo Oriental de la OMS y 33% en la Región de Asia Sudoriental de la OMS.

A nivel mundial, hasta el 38% de los asesinatos de mujeres son cometidos por su pareja. Además de la violencia de pareja, el 6% de las mujeres de todo el mundo refieren haber sufrido agresiones sexuales por personas distintas de su pareja, aunque los datos al respecto son más limitados. La violencia de pareja y la violencia sexual son perpetradas en su mayoría por hombres contra mujeres.

Los confinamientos durante la pandemia de COVID-19 y sus repercusiones sociales y económicas han aumentado la exposición de las mujeres a parejas con comportamientos abusivos y a factores de riesgo conocidos, al tiempo que han limitado su acceso a diferentes servicios. Las situaciones de crisis humanitarias y desplazamientos pueden agravar la violencia, como la violencia de pareja y la violencia sexual por terceros, y dar lugar a nuevas formas de violencia contra las mujeres.

La COVID-19 y la violencia contra la mujer
Factores asociados con la violencia de pareja y la violencia sexual contra la mujer

La violencia de pareja y la violencia sexual son el resultado de factores que se producen a nivel individual, familiar, comunitario y social que interactúan entre sí y aumentan o reducen el riesgo de que se produzca. Algunos se asocian a la comisión de actos de violencia, otros a su padecimiento, y otros a ambos.

Entre los factores asociados con la violencia de pareja como con la violencia sexual, se encuentran los siguientes:

bajo nivel de instrucción (autores de violencia sexual y víctimas de violencia sexual);
exposición al maltrato infantil (autores y víctimas);
haber presenciado escenas de violencia familiar (autores y víctimas);
trastorno de la personalidad antisocial (autores);
uso nocivo del alcohol (autores y víctimas);
comportamientos masculinos dañinos, como el tener múltiples parejas o actitudes de aprobación de la violencia (autores);
normas comunitarias que otorgan privilegios o una condición superior a los hombres y una condición inferior a las mujeres;
escaso acceso de la mujer a empleo remunerado;
bajos niveles de igualdad de género (leyes discriminatorias, etc.).
Entre los factores asociados específicamente a la violencia de pareja cabe citar:

antecedentes de violencia;
discordia e insatisfacción marital
dificultades de comunicación entre los miembros de la pareja
conductas de control de la pareja por parte del hombre.
Entre los factores asociados específicamente a la perpetración de violencia sexual destacan:

la creencia en el honor de la familia y la pureza sexual;
ideologías que consagran privilegios sexuales del hombre;
sanciones jurídicas insuficientes ante actos de violencia sexual.
La desigualdad de género y la aceptabilidad normativa de la violencia contra la mujer son causas profundas de este problema.

Consecuencias para la salud
La violencia de pareja (física, sexual y psicológica) y las agresiones sexuales provocan en las mujeres graves problemas de salud física, mental, sexual y reproductiva a corto y largo plazo. También afectan a la salud y el bienestar de sus hijos. Este tipo de violencia genera un elevado costo social y económico para las mujeres, sus familias y la sociedad. Esta violencia puede:

Tener consecuencias mortales, como el homicidio o el suicidio.
Producir lesiones: el 42% de las mujeres víctimas de violencia de pareja refieren alguna lesión a consecuencia de dicha violencia (3).
Ocasionar embarazos no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos e infecciones de transmisión sexual, entre ellas la infección por el VIH. El estudio de la OMS de 2013 sobre la carga para la salud asociada con la violencia contra las mujeres reveló que las mujeres que han sufrido maltratos físicos o abusos sexuales tienen una probabilidad 1,5 veces mayor de padecer infecciones de transmisión sexual, incluida la infección por el VIH en algunas regiones, en comparación con las mujeres que no habían sufrido violencia de pareja. Por otra parte, también tienen el doble de probabilidades de sufrir abortos (3).
La violencia de pareja durante el embarazo está asociada con un aumento en la probabilidad de abortos involuntarios, muertes fetales, partos prematuros y bebés con bajo peso al nacer. El mismo estudio de 2013 puso de manifiesto que las mujeres víctimas de violencia de pareja tenían un 16% más de probabilidades de sufrir un aborto involuntario y un 41% más de probabilidades de tener un parto prematuro (3).
Estas formas de violencia pueden ser causa de depresión, estrés postraumático y otros trastornos de ansiedad, insomnio, trastornos alimentarios e intentos de suicidio. Según el análisis de 2013, las mujeres que han sufrido violencia de pareja tienen casi el doble de probabilidades de padecer depresión y problemas con la bebida.
Entre los efectos sobre la salud también se encuentran las cefaleas, los síndromes de dolor (de espalda, abdominal o pélvico crónico), trastornos gastrointestinales, limitaciones de la movilidad y mala salud general.
La violencia sexual, sobre todo en la infancia, también puede incrementar el consumo de tabaco y drogas, así como las prácticas sexuales de riesgo. También se asocia a la comisión (por el hombre) y el padecimiento (por la mujer) de actos de violencia.
Repercusión en los niños
Los niños que crecen en familias en las que hay violencia pueden sufrir diversos trastornos conductuales y emocionales. Estos trastornos pueden asociarse también a la comisión o el padecimiento de actos de violencia en fases posteriores de su vida.
La violencia de pareja también se ha asociado a mayores tasas de mortalidad y morbilidad en los lactantes y los niños (por ejemplo, por enfermedades diarreicas o malnutrición o por menores tasas de inmunización).
Costos sociales y económicos
Los costos sociales y económicos de la violencia de pareja y la violencia sexual son enormes y tienen un efecto dominó en toda la sociedad. Las mujeres pueden llegar a encontrarse aisladas e incapacitadas para trabajar, perder su sueldo, dejar de participar en actividades cotidianas y ver menguadas sus fuerzas para cuidar de sí mismas y de sus hijos.

Prevención y respuesta
Gracias a evaluaciones bien diseñadas, cada vez se tienen más pruebas sobre las soluciones que mejor previenen la violencia contra las mujeres. En 2019, la OMS y ONU-Mujeres, con el respaldo de otros 12 organismos bilaterales y de Naciones Unidas, publicaron RESPECT women, un marco para prevenir la violencia contra la mujer dirigido a las instancias normativas.

Cada letra de la palabra RESPECT corresponde (en inglés) a una de sus siete estrategias: Fortalecimiento de las habilidades de relación (Relationship skills strengthening); Empoderamiento de las mujeres (Empowerment of women); Servicios garantizados (Services ensured); Reducción de la pobreza (Poverty reduced); Creación de entornos propicios (escuelas, lugares de trabajo, espacios públicos) (Enabling environments); Prevención del abuso infantil y adolescente (Child and adolescent abuse prevented), y Cambio de actitudes, creencias y normas (Transformed attitudes, beliefs and norms).

Para cada una de esas siete estrategias hay una serie de intervenciones en entornos de recursos bajos y altos, cuya eficacia ha sido probada en mayor o menor medida. Algunos ejemplos de intervenciones prometedoras son las intervenciones de apoyo psicosocial y las intervenciones psicológicas para supervivientes de violencia de pareja; programas combinados de empoderamiento económico y social; transferencias de efectivo; trabajo con parejas para mejorar las habilidades de comunicación y relación; intervenciones de movilización comunitaria para cambiar normas de género que fomentan la desigualdad; programas escolares que mejoren la seguridad en las escuelas y reduzcan/eliminen los castigos severos e incluyan planes de estudio en los que se cuestionen los estereotipos de género y se promuevan relaciones basadas en la igualdad y el consentimiento, y educación participativa en grupos de mujeres y hombres para que reflexionen de manera crítica sobre las relaciones de género y de poder desiguales.

En RESPECT también se destaca que las intervenciones eficaces son aquellas en las que la seguridad de las mujeres es una prioridad; cuyos elementos fundamentales implican cuestionar las relaciones desiguales de género y de poder; basadas en la participación, y en las que se trabaja sobre múltiples factores de riesgo mediante una programación combinada y que comienzan a aplicarse a personas de edad temprana.

Para propiciar cambios duraderos, es importante que se promulguen y apliquen leyes y se formulen y pongan en práctica políticas de promoción de la igualdad de género; asignar recursos a la prevención y respuesta, e invertir en organizaciones de derechos de la mujer.

RESPETO a las mujeres: Prevención de la violencia
La función del sector de la salud
Aunque la prevención de la violencia contra la mujer y la respuesta a ella requiere un enfoque multisectorial, el sector de la salud tiene una importante función que desempeñar. El sector de la salud puede:

Concienciar para que la violencia contra la mujer se considere inaceptable y sea tratada como un problema de salud pública.
Prestar servicios integrales de calidad centrados en las mujeres que padecen este tipo de violencia y sensibilizar y capacitar a los prestadores de atención de la salud para que atiendan sus necesidades con empatía y sin actitudes moralistas.
Prevenir la recurrencia de la violencia mediante la detección temprana de mujeres y niños afectados por ella y la prestación de cuidados, servicios de derivación y apoyo apropiados.
Promover normas de género igualitarias como parte de las aptitudes para la vida y la incorporación de una educación integral sobre sexualidad en los planes de estudio dirigidos a los jóvenes.
Generar pruebas sobre las medidas que funcionan y sobre la magnitud del problema mediante la realización de encuestas de población o la inclusión de la violencia contra la mujer en las encuestas poblacionales sobre demografía y salud, así como en los sistemas de vigilancia e información sanitaria.
Respuesta de la OMS
En la Asamblea Mundial de la Salud de mayo de 2016, los Estados Miembros refrendaron un plan de acción mundial para fortalecer la función del sistema de salud a efectos de abordar la violencia interpersonal, en particular contra las mujeres y las niñas, y contra los niños en general.

Plan de acción mundial para fortalecer la función del sistema de salud en el marco de una respuesta nacional multisectorial para abordar la violencia interpersonal, en particular contra las mujeres y las niñas, y contra los niños en general – en inglés
En colaboración con asociados, la OMS:

Reúne datos científicos sobre la magnitud y la naturaleza de la violencia contra la mujer en diferentes entornos, y apoya los esfuerzos desplegados por los países para hacer constar y cuantificar dicha violencia y sus consecuencias, en particular mejorando los métodos para cuantificar la violencia contra la mujer en el contexto del seguimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esto es fundamental para comprender la magnitud y la naturaleza del problema y adoptar medidas a nivel nacional y mundial.
Refuerza la investigación y la capacidad de evaluación de las intervenciones con las que prevenir la violencia de pareja y responder ante ella.
Investiga y prueba intervenciones en el sector de la salud con las que hacer frente a la violencia contra la mujer para determinar cuáles de estas son eficaces.
Elabora directrices e instrumentos de aplicación para reforzar la respuesta del sector de la salud a la violencia de pareja y la violencia sexual y sintetiza pruebas científicas sobre medidas eficaces para prevenir dicha violencia:
Atención para las mujeres que han sufrido violencia: programa de capacitación de la OMS dirigido a los prestadores de servicios de salud.
Apoya a los países y asociados en la aplicación del plan de acción mundial sobre violencia y en el seguimiento de los avances al respecto, entre otras cosas dejando constancia documental de las lecciones aprendidas.
Fortalece las capacidades para hacer frente a la violencia de género en entornos humanitarios, entre otros en el sistema mundial de grupos de salud (Global Health Cluster).
Colabora con asociados de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales para reducir y eliminar la violencia en todo el mundo mediante, por ejemplo, la Sexual Violence Research Initiative, Juntos por las Niñas, el Programa conjunto de ONU-Mujeres y la OMS para el fortalecimiento de la medición, recopilación y uso de datos de la violencia contra la mujer, el Programa conjunto de las Naciones Unidas sobre Servicios Esenciales para las Mujeres y las Niñas sometidas a Violencia y la estrategia política de la Secretaría General para combatir la violencia contra la mujer y la COVID-19.
La OMS y ONU-Mujeres, junto con otros asociados, dirigen conjuntamente la Coalición para la Acción contra la violencia de género, una asociación innovadora de gobiernos, sociedad civil, líderes jóvenes, sector privado y entidades filantrópicas para desarrollar un programa valiente de acciones que generen cambio y obtener financiación para erradicar la violencia contra las mujeres. Esas acciones audaces e inversiones serán anunciadas en el Foro Generación Igualdad en México (29-31 de marzo) y en Francia (junio), junto con las de otras cinco Coaliciones para la Acción de Generación Igualdad.