Se calcula que en el mundo hay entre 6 y 7 millones de personas infectadas por el Trypanosoma cruzi, el parásito causante de la enfermedad de Chagas, la mayoría de ellas en América Latina.
En esa región, la enfermedad se transmite a los humanos principalmente a través del insecto triatomino (vía vectorial), que puede albergar el parásito Trypanosoma cruzi.
Otras vías de transmisión son: transmisión oral (por los alimentos), transmisión por transfusión de sangre o productos sanguíneos, transmisión de madre a hijo (congénita) y transmisión por trasplante de órganos y accidentes de laboratorio.
Hubo un tiempo en que la enfermedad de Chagas se producía únicamente en zonas rurales de la Región de las Américas —principalmente América Latina—, pero en las últimas décadas, debido a los movimientos de la población, la mayoría de las personas infectadas viven en entornos urbanos (urbanización) y la enfermedad se ha extendido a otros continentes (donde T. cruzi se transmite a través de rutas no vectoriales).
La infección por Trypanosoma cruzi se puede curar si el tratamiento se administra al poco tiempo de producirse la infección.
En pacientes crónicos, el tratamiento antiparasitario puede prevenir o frenar la progresión de la enfermedad y evitar la transmisión, por ejemplo, de madre a hijo.
Hasta un 30% de los enfermos crónicos presentan alteraciones cardíacas y hasta un 10% padecen alteraciones digestivas, neurológicas o combinadas que pueden requerir un tratamiento específico.
El control de vectores y otras estrategias destinadas a reducir la transmisión que estos producen son los métodos más útiles para prevenir la enfermedad de Chagas en América Latina.
Los análisis de sangre son fundamentales para prevenir la infección por transfusiones o trasplantes de órganos en todo el mundo.
La detección y el tratamiento de niñas infectadas y mujeres infectadas en edad fértil es clave, además del cribado de los recién nacidos y otros hijos de madres infectadas que no hayan recibido antes tratamiento antiparasitario.
La enfermedad de Chagas tiene fuertes determinantes socioeconómicos y ambientales y sus diferentes dimensiones interrelacionadas como un mecanismo de engranajes justifican la necesidad de aplicar soluciones multisectoriales.
Los pacientes de la enfermedad de Chagas están en riesgo de padecer la COVID-19 de forma grave, por lo que deben considerase un grupo prioritario para la vacunación.
La enfermedad de Chagas, también llamada tripanosomiasis americana, es una enfermedad potencialmente mortal causada por el parásito protozoo Trypanosoma cruzi (T. cruzi).
Se calcula que en el mundo hay entre seis y siete millones de personas infectadas por T. cruzi, el parásito causante de la enfermedad de Chagas. La enfermedad se encuentra sobre todo en zonas endémicas de 21 países de América Latina, [1] donde se transmite a los seres humanos y otros mamíferos principalmente por las heces o la orina de insectos triatominos (vía vectorial) conocidos como vinchucas, chinches o con muchos otros nombres, según la zona geográfica.
La enfermedad lleva el nombre de Carlos Ribeiro Justiniano Chagas, médico e investigador brasileño que la descubrió en 1909. En mayo de 2019, en cumplimiento de la decisión de la 72.ª Asamblea Mundial de la Salud, se estableció el Día Mundial de la Enfermedad de Chagas para su celebración el 14 de abril (día de 1909 en que Carlos Chagas diagnosticó el primer caso humano de la enfermedad, una niña de dos años llamada Berenice).
Distribución
Inicialmente, la enfermedad de Chagas estaba confinada a las zonas rurales de la Región de las Américas (exceptuando las islas del Caribe). Debido principalmente a la mayor movilidad de la población en los últimos decenios, la mayoría de las personas infectadas ha pasado a vivir en entornos urbanos (proceso de urbanización) y la enfermedad se ha ido detectando cada vez más en los Estados Unidos de América y el Canadá, en muchos países de Europa y en algunos de África, el Mediterráneo Oriental y el Pacífico Occidental.
Transmisión
En América Latina, el parásito T. cruzi se transmite principalmente por contacto con las heces o la orina infectadas de triatominos que se alimentan de sangre. Por lo general, esos insectos que albergan los parásitos viven en las grietas y huecos de paredes y tejados de casas y estructuras exteriores, como gallineros, corrales y almacenes, en zonas rurales y suburbanas. Normalmente permanecen ocultos durante el día y entran en actividad por la noche para alimentarse de la sangre de mamíferos, entre ellos los humanos. En general, pican en zonas expuestas de la piel, como la cara, y defecan/orinan cerca de la picadura. Los parásitos penetran en el organismo cuando la persona picada se frota instintivamente y empuja las heces o la orina hacia la picadura, los ojos, la boca o alguna lesión cutánea abierta.
T. cruzi también puede transmitirse:
- consumiendo alimentos contaminados por el parásito por contacto con heces u orina de triatominos o marsupiales (lo que provoca brotes de transmisión alimentaria con una morbilidad más grave y una mayor mortalidad, en los que se infectan grupos de personas simultáneamente y se producen casos más frecuentes y graves de la enfermedad y un mayor número de muertes);
- por transfusión de sangre o productos sanguíneos de donantes infectados;
- por la transmisión de la madre infectada a su hijo durante el embarazo o el parto;
- por el trasplante de órganos provenientes de una persona infectada, y
- por accidentes de laboratorio.
Signos y síntomas
La enfermedad de Chagas tiene dos fases. Inicialmente, la fase aguda dura unos dos meses después de contraerse la infección. Durante esa fase aguda circulan por el torrente sanguíneo una gran cantidad de parásitos, pero en la mayoría de los casos no hay síntomas o estos son leves y no específicos. En menos del 50% de las personas picadas por un triatomino, un signo inicial característico puede ser una lesión cutánea o una hinchazón amoratada de un párpado. Además, esas personas pueden presentar fiebre, dolor de cabeza, agrandamiento de ganglios linfáticos, palidez, dolores musculares, dificultad para respirar, hinchazón y dolor abdominal o torácico.
Durante la fase crónica, los parásitos permanecen ocultos principalmente en el músculo cardíaco y digestivo. Hasta un 30% de los pacientes sufren trastornos cardíacos y hasta un 10% presentan alteraciones digestivas (típicamente, agrandamiento del esófago o del colon), neurológicas o mixtas. Con el paso de los años, la infección puede causar muerte súbita por arritmias cardíacas o insuficiencia cardíaca progresiva como consecuencia de la destrucción del músculo cardíaco y sus inervaciones.
Los pacientes con enfermedad de Chagas están en riesgo de padecer síntomas graves en caso de contraer la COVID-19 por lo que deben ser un grupo prioritario para la vacunación: esta coronavirosis puede causar miocarditis, y la enfermedad crónica de Chagas suele producir estados protrombótico, alteraciones cardíacas y accidentes cerebrovasculares trombóticos secundarios.
Tratamiento
La enfermedad de Chagas puede tratarse con benznidazol, y también con nifurtimox, que matan al parásito. Ambos medicamentos son eficaces casi al 100% para curar la enfermedad si se administran al comienzo de la infección en la etapa aguda, incluso en los casos de transmisión congénita. Sin embargo, su eficacia disminuye a medida que transcurre el tiempo de la infección, y las reacciones adversas son más frecuentes en edades avanzadas. El tratamiento con esos medicamentos también está indicado en caso de reactivación de la infección (por ejemplo, por inmunodepresión) y en los pacientes al principio de la fase crónica, incluidas niñas y mujeres en edad fértil (antes o después del embarazo) para evitar la transmisión congénita.
Se debe ofrecer tratamiento a los adultos infectados, especialmente a los que no presentan síntomas, dado que el tratamiento antiparasitario puede evitar o frenar la progresión de la enfermedad. En otros casos, los posibles beneficios de la medicación para prevenir o retrasar el avance de la enfermedad de Chagas deben sopesarse contra la duración prolongada del tratamiento (hasta dos meses) y las posibles reacciones adversas (que se presentan hasta en un 40% de los pacientes tratados). El benznidazol y el nifurtimox no deben administrarse a las embarazadas ni a las personas con insuficiencia renal o hepática. El nifurtimox también está contraindicado en personas con antecedentes de trastornos neurológicos o psiquiátricos. Además, puede ser necesario administrar un tratamiento específico para las manifestaciones cardíacas, digestivas o neurológicas.
Control y prevención
Originalmente (hace más de 9000 años) T. cruzi solo afectaba a los animales salvajes; fue después cuando se propagó a los animales domésticos y los seres humanos. A causa del gran número de animales silvestres que sirven de reservorio a este parásito en las Américas, no puede erradicarse. En vez de ello, los objetivos de control consisten en eliminar la transmisión y lograr que la población infectada y enferma tenga acceso temprano a la atención de salud.
No hay vacuna contra la enfermedad de Chagas. T. cruzi puede infectar a muchas especies de triatominos, la gran mayoría de los cuales se encuentran en la Región de las Américas. El control de vectores ha sido el método más eficaz de prevención en esta región. El cribado de la sangre es necesario para prevenir la infección por transfusiones sanguíneas y el trasplante de órganos y para aumentar la detección y el cuidado de la población afectada en todo el mundo.
Según la zona geográfica, la OMS recomienda los siguientes métodos de prevención y control:
rociamiento de las casas y sus alrededores con insecticidas de acción residual;
mejora de las viviendas y su limpieza para prevenir la infestación por el vector;
medidas preventivas personales, como el empleo de mosquiteros; buenas prácticas higiénicas en la preparación, el transporte, el almacenamiento y el consumo de los alimentos;
desarrollo de actividades de información, educación y comunicación contextualizadas para los diferentes actores y escenarios sobre las medidas preventivas y los instrumentos de vigilancia;
cribado de la sangre donada;
pruebas de cribado en órganos, tejidos o células donados y en los receptores de estos;
acceso al diagnóstico y el tratamiento para las personas en las que esté indicado o recomendado el tratamiento antiparasitario, especialmente los niños y las mujeres en edad fecunda antes del embarazo, y
cribado de los recién nacidos y otros hijos de madres infectadas que no hayan recibido antes tratamiento antiparasitario para diagnosticarlos y tratarlos precozmente.
Se ha calculado que el costo de atender médicamente a pacientes con manifestaciones cardíacas, digestivas, neurológicas o combinadas crónicas de la enfermedad es más de un 80% superior al costo de fumigar con insecticida residual para controlar los vectores y prevenir la infección.
Respuesta de la OMS
Desde los pasados años noventa se han logrado adelantos importantes en el control del parásito y del vector en América Latina, principalmente en los territorios abarcados por las iniciativas intergubernamentales del Cono Sur, Centroamérica, la Comunidad Andina y la Amazonia que trabajan con la Secretaría de la Organización Panamericana de la Salud. Esas iniciativas plurinacionales han logrado reducir sustancialmente la transmisión y aumentar el acceso al diagnóstico y al tratamiento antiparasitario.
Además, el riesgo de transmisión por transfusiones sanguíneas ha disminuido enormemente gracias al cribado universal en todos los bancos de sangre de los países de Latinoamérica. La mayoría de los bancos de sangre de los Estados Unidos de América y de la mayoría de países de la Región de Europa y algunos de la Región del Pacífico Occidental con casos de enfermedad de Chagas también han puesto en marcha cribados universales de sangre.
Esos adelantos han sido posibles gracias al sólido compromiso de los Estados Miembros afectados por la enfermedad y a la fortaleza de sus instituciones de investigación y control, junto con el apoyo de muchos colaboradores internacionales.
En 2005, la Organización Mundial de la Salud reconoció que la enfermedad de Chagas era una enfermedad tropical desatendida. Eso facilitó que se reconociese más la enfermedad en la escena internacional y se comenzase a luchar contra la desinformación, la falta de una demanda social y el débil compromiso político de resolver los problemas relacionados con el Chagas, así como la insuficiente investigación y desarrollo científico relacionado con la prevención, detección y atención integral, incluido el diagnóstico, tratamiento, presentaciones de medicamentos, aspectos sociales e instrumentos de información, educación y comunicación.
En 2020 se incorporaron a la Hoja de ruta para las enfermedades tropicales desatendidas 2021-2030 cinco objetivos relacionados con la enfermedad de Chagas:
verificación de la interrupción de la transmisión vectorial domiciliaria;
verificación de la interrupción de la transmisión por transfusiones;
verificación de la interrupción de la transmisión por trasplantes de órganos;
eliminación de la enfermedad de Chagas congénita.
75% de cobertura del tratamiento antiparasitario de la población en riesgo.
Al mismo tiempo hay que enfrentarse a otras dificultades. Algunas de ellas son:
- la dificultad de mantener y consolidar los avances ya realizados en el control y prevención de la enfermedad, especialmente en el contexto de la crisis sanitaria y socioeconómica actual ocasionada por la COVID-19;
- el surgimiento de la enfermedad de Chagas en territorios donde antes se consideraba que no existía, como la cuenca amazónica;
- la persistencia de la enfermedad en regiones donde se había avanzado en el control, como la región del Chaco de la Argentina y el Estado Plurinacional de Bolivia;
- la propagación de la enfermedad, debido principalmente al aumento de la movilidad entre la población de América Latina y el resto del mundo;
- la presencia de la enfermedad en países/zonas en las que los sistemas de salud tienen pocos conocimientos y experiencias en la materia;
- la prevención de las consecuencias de la ignorancia, el estigma y/o la discriminación asociados con la enfermedad, y
- las deficiencias en la notificación de casos, seguimiento semanal y vigilancia y la limitación en la verificación de los logros del control, y
- la falta de acceso al diagnóstico y al tratamiento para millones de personas infectadas.
Para lograr el objetivo de eliminar la transmisión de la enfermedad de Chagas y proporcionar atención de salud a las personas infectadas o enfermas, tanto en los territorios donde el mal es endémico como en aquellos donde no lo es, la OMS se propone aumentar el establecimiento de redes de trabajo a escala mundial y fortalecer la capacidad regional y nacional, prestando especial atención a lo siguiente:
- fortalecer los sistemas mundiales de vigilancia e información epidemiológicas;
- sensibilizar sobre la enfermedad de Chagas y las amenazas que supone para las poblaciones afectadas;
- desarrollar estrategias innovadoras para interrumpir la transmisión vectorial (mediante estrategias basadas en el trabajo por la salud de los seres humanos, los animales y los ecosistemas)
- prevenir la transmisión por transfusión de sangre y trasplante de órganos;
- promover la definición de los algoritmos, protocolos y pruebas de diagnóstico más adecuados para aumentar el cribado y el diagnóstico de la infección;
- ampliar la prevención primaria de la transmisión congénita y el tratamiento de los casos de infección congénita y de otro tipo;
- promover el consenso sobre un tratamiento adecuado y actualizado de los casos, incluidas las coinfecciones y comorbilidades (como las de COVID-19, HIV/Sida, estrongiloidiasis...), y
- promover el desarrollo de soluciones multidimensionales.
1 Argentina, Belice, Bolivia (Estado Plurinacional de), Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guayana francesa, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay y Venezuela (República Bolivariana de).
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