Mutilación genital femenina

La mutilación genital femenina (MGF) comprende la escisión total o parcial de los órganos genitales femeninos o cualquier otra lesión de los mismos por motivos no médicos.
Estos procedimientos no aportan ningún beneficio a la salud de las mujeres ni de las niñas.
Pueden producir hemorragias graves y problemas urinarios, y más tarde pueden causar quistes, infecciones, complicaciones del parto y aumento del riesgo de muerte del recién nacido.
Más de 200 millones de mujeres y niñas vivas actualmente han sido objeto de la MGF en los 30 países de África, Oriente Medio y Asia donde se concentra esta práctica (1).
En la mayoría de los casos se practican en la infancia, en algún momento entre la lactancia y los 15 años.
La MGF es una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas.
La OMS se opone a toda forma de MGF y a que los dispensadores de atención de salud realicen esta práctica (medicalización de la MGF).
El tratamiento de las complicaciones sanitarias de la MGF en 27 países con alta prevalencia supone un costo de US$ 1400 millones al año.
La mutilación genital femenina (MGF) comprende todos los procedimientos consistentes en la resección parcial o total de los genitales externos femeninos, así como otras lesiones de los órganos genitales femeninos por motivos no médicos.

En la mayor parte de los casos, la MGF es realizada por circuncisores tradicionales que suelen tener otras funciones importantes en sus comunidades, tales como la asistencia al parto. En muchos lugares, los proveedores de asistencia sanitaria practican la mutilación genital femenina movidos por la errónea creencia de que el procedimiento es más seguro si se realiza en condiciones medicalizadas1. La OMS, sin embargo, exhorta vivamente a los profesionales de la salud a abstenerse de efectuar tales intervenciones.

La MGF es reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas. Refleja una desigualdad entre los sexos muy arraigada, y constituye una forma extrema de discriminación de la mujer. Es practicada casi siempre en menores y constituye una violación de los derechos del niño. Asimismo, viola los derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho a no ser sometido a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, y el derecho a la vida en los casos en que el procedimiento acaba produciendo la muerte.

Tipos de MGF 
La mutilación genital femenina se clasifica en cuatro tipos principales:

Tipo 1: resección parcial o total del glande del clítoris (la parte externa y visible del clítoris, que es la parte sensible de los genitales femeninos) y/o del prepucio/capuchón del clítoris (pliegue de piel que rodea el glande del clítoris).
Tipo 2: resección parcial o total del glande del clítoris y los labios menores (pliegues internos de la vulva), con o sin escisión de los labios mayores (pliegues cutáneos externos de la vulva).
Tipo 3: denominado a menudo infibulación; estrechamiento de la abertura vaginal, que se sella procediendo a cortar y recolocar los labios menores o mayores, a veces cosiéndolos, con o sin resección del prepucio/capuchón del clítoris y el glande del clítoris (tipo 1).
Tipo 4: todos los demás procedimientos lesivos de los genitales femeninos con fines no médicos, tales como la punción, perforación, incisión, raspado o cauterización de la zona genital.
Por desinfibulación se designa la técnica consistente en practicar un corte para abrir la abertura vaginal sellada de una mujer previamente sometida a infibulación, lo que suele ser necesario para mejorar su estado de salud y bienestar y para hacer posible el coito o facilitar el parto.

¿Beneficios para la salud? Ninguno. ¡Solo daños!
La MGF no tiene ningún beneficio para la salud, y daña a mujeres y niñas de muchas formas. Implica la escisión y lesión de tejido genital femenino sano y normal, e interfiere en las funciones naturales del cuerpo de las niñas y las mujeres. En términos generales, los riesgos de la MGF aumentan a medida que lo hace la gravedad del procedimiento (lo que en este caso equivale a la cantidad de tejido dañado), aunque todas las formas de MGF se asocian a un aumento de riesgos para la salud. 

Las complicaciones inmediatas pueden incluir:

dolor intenso;
hemorragia;
inflamación de los tejidos genitales;
fiebre;
infecciones como el tétanos;
problemas urinarios;
lesiones de los tejidos genitales vecinos;
estado de choque;
muerte.
Las consecuencias a largo plazo pueden ser:

infecciones urinarias (micción dolorosa, infecciones del tracto urinario);
problemas vaginales (leucorrea, prurito, vaginosis bacteriana y otras infecciones);
problemas menstruales (menstruaciones dolorosas, tránsito difícil de la sangre menstrual, etc.);
tejido y queloide cicatriciales;
problemas sexuales (coito doloroso, menor satisfacción, etc.);
mayor riesgo de complicaciones en el parto (parto difícil, hemorragia, cesárea, necesidad de reanimación del bebé, etc.) y de mortalidad neonatal;
necesidad de nuevas intervenciones quirúrgicas, por ejemplo cuando después de haber sellado o estrechado la abertura vaginal (tipo 3) hay que practicar un corte para ensanchar la abertura y hacer posible el coito y el parto (desinfibulación); en ocasiones la zona genital es cosida repetidas veces, incluso después de que la mujer dé a luz, con lo que esta se ve sometida a aperturas y cierres sucesivos, cosa que acrecienta los riesgos tanto inmediatos como a largo plazo;
trastornos psicológicos (depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, escasa autoestima, etc.).
Población en riesgo

Los procedimientos de MGF se practican en la mayoría de los casos en la infancia, en algún momento entre la lactancia y la adolescencia, y ocasionalmente en la edad adulta. Se calcula que cada año más de tres millones de niñas corren el riesgo de sufrir MGF.

Más de 200 millones de mujeres y niñas vivas actualmente han sido objeto de la MGF, según la información obtenida en 30 países donde hay datos de población al respecto. 1

Estas prácticas son más frecuentes en las regiones occidental, oriental y nororiental de África, en algunos países de Oriente Medio y Asia y entre migrantes de esas áreas. Por lo tanto, la MGF es un problema mundial.

Factores de orden cultural y social que llevan a practicar la mutilación genital femenina
Los motivos por los que se practica la mutilación genital femenina difieren de una región a otra y de una época a otra, aunque siempre responden a una mezcla de factores socioculturales vehiculados por las familias o comunidades. A continuación se resumen los motivos citados con más frecuencia.

Allí donde esta práctica es una convención (norma) social, la presión de la sociedad para que el individuo obre como lo hacen y lo han venido haciendo los demás, así como la necesidad de aceptación social y el temor al rechazo de la comunidad, constituyen poderosas motivaciones para perpetuar esta práctica. En ciertas comunidades la mutilación genital femenina es una práctica casi universal y muy rara vez cuestionada.
La MGF se considera a menudo parte necesaria de la crianza de la niña y una forma de prepararla para la vida adulta y el matrimonio.
A menudo la mutilación genital femenina responde a la concepción de lo que se considera una conducta sexual aceptable y tiene por objetivo asegurar la virginidad antes del matrimonio y la fidelidad después de él. En muchas comunidades existe la convicción de que reduce la libido de la mujer y la ayuda así a resistir la tentación de relaciones extraconyugales. Además, en el caso de las mujeres cuya abertura vaginal ha sido sellada o estrechada (tipo 3), se supone que el miedo al dolor que causaría su apertura y a la posibilidad de que ello sea descubierto disuaden aún más a la mujer de mantener relaciones sexuales extraconyugales.
Es más probable que se lleve a cabo esta práctica en los contextos en los que se considera que la MGF aumenta las posibilidades de encontrar marido.
La mutilación genital femenina viene asociada a modelos culturales de feminidad y recato, portadores de la idea de que las niñas son puras y hermosas una vez que se eliminan de su cuerpo aquellas partes que se consideran impuras o no femeninas, esto es, masculinas.
Aunque no hay escritos religiosos que prescriban la práctica, quienes la llevan a cabo suelen creer que tiene un respaldo religioso.
Los líderes religiosos adoptan diferentes posiciones con respecto a la MGF: algunos la fomentan, otros la consideran irrelevante para la religión, y otros contribuyen a su eliminación.
Las estructuras locales de poder y autoridad, como los líderes comunitarios y religiosos, los circuncisores e incluso parte del personal médico, pueden contribuir en algunos casos al mantenimiento de la práctica. Ahora bien, esas mismas personas bien informadas, pueden defender con éxito el abandono de la MGF.
En la mayoría de las sociedades la MGF se considera una tradición cultural, argumento que se utiliza a menudo para mantener su práctica.
En algunas sociedades, la adopción reciente de esta práctica está relacionada con la imitación de las tradiciones de grupos vecinos. A veces ha comenzado como parte de un movimiento más amplio de resurgimiento religioso o tradicional.
Una carga financiera para los países 
La OMS ha realizado un estudio sobre los costos económicos que conlleva tratar las complicaciones sanitarias relativas a la MGF en 27 países en los que se ha podido obtener información. El resultado total es de US$ 1400 millones en un año (2018). Si no se actúa y la prevalencia de la MGF se mantiene constante, se calcula que esa cantidad ascenderá hasta 2300 millones (un 68%) en 30 años (2047). Por el contrario, si los países abandonan esa práctica, los costos se reducirían un 60% en ese periodo de tiempo. 

Respuesta internacional
En 1997, prosiguiendo la labor realizada en los decenios anteriores, la OMS, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) hicieron pública una declaración conjunta contra la práctica de la mutilación genital femenina.

Desde 1997 se han hecho grandes esfuerzos para luchar contra la MGF a través de la investigación, del trabajo con las comunidades y del cambio de las políticas públicas. Los progresos realizados a nivel internacional, nacional y subnacional constan de:

una participación internacional más amplia en la eliminación de la MGF;
la creación de organismos internacionales de seguimiento y la adopción de resoluciones que condenan la práctica;
revisión de los ordenamientos legislativos y creciente apoyo político a la eliminación de la mutilación genital femenina en 26 países de África y el Oriente Medio, así como en otros 33 países industrializados donde hay una población inmigrante procedente de países donde se practica la mutilación genital femenina;
en la mayoría de los países, se registra la disminución de la práctica de la MGF y el aumento del número de mujeres y hombres de las comunidades afectadas que se declaran a favor de su eliminación.
Las investigaciones revelan que si las comunidades afectadas decidieran abandonarla, la MGF podría eliminarse muy rápidamente.

En 2007, el UNFPA y el UNICEF pusieron en marcha el Programa conjunto sobre la mutilación/ablación genital femenina con el objetivo de lograr que esta práctica sea abandonada cuanto antes.

En 2008 la OMS, junto con otros nueve organismos de las Naciones Unidas, hizo pública una declaración sobre el tema en la que se abogaba por intensificar las labores de sensibilización para lograr que la mutilación genital femenina fuera abandonada. En esa declaración, titulada: “La eliminación de la mutilación genital femenina: declaración interinstitucional”, se presentaban datos científicos, reunidos en los diez años anteriores, sobre la práctica de la mutilación genital femenina.

En 2010 la OMS, en colaboración con una serie de grandes organismos de las Naciones Unidas y organizaciones internacionales, hizo pública una estrategia mundial destinada a impedir que el personal de salud practicase la mutilación genital femenina.

En diciembre de 2012 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución relativa a la eliminación de la mutilación genital femenina.

En 2013 el UNICEF presentó un informe que contenía datos científicos sobre la prevalencia de la mutilación genital femenina en 29 países, sobre las convicciones, actitudes y tendencias que la acompañan y sobre las respuestas programáticas y políticas que se le estaban dando en todo el mundo.

En mayo de 2016, la OMS, en colaboración con el programa conjunto del UNFPA y el UNICEF sobre la MGF, presentó las primeras directrices basadas en evidencias sobre el tratamiento de las complicaciones ocasionadas por la MGF en la salud. Las directrices se basaron en una revisión sistemática de las mejores evidencias disponibles sobre intervenciones sanitarias para mujeres afectadas por la MGF.

En 2018, la OMS presentó un manual clínico sobre MGF para mejorar los conocimientos, actitudes y aptitudes de los prestadores de atención de salud la hora de prevenir y tratar las complicaciones de esa práctica.

Respuesta de la OMS
En 2008, la Asamblea Mundial de la Salud adoptó una resolución (WHA61.16) sobre la eliminación de la MGF, en la que se subrayaba la necesidad de una acción concertada entre todos los sectores: salud, educación, finanzas, justicia y asuntos de la mujer.

Las actividades de la OMS para eliminar la MGF se centran en:

fortalecimiento de la respuesta del sector de la salud: elaboración y aplicación de materiales formativos, instrumentos, capacitación y políticas para que los dispensadores de atención de salud puedan tratar y aconsejar a las mujeres y niñas que han sufrido estos procedimientos y ofrecer información para prevenir esa práctica;
generación de evidencias: generación de conocimientos sobre las causas, las consecuencias y los costos de la práctica, en particular por qué algunos dispensadores de atención de salud se prestan a realizarla, cómo eliminarla y cómo cuidar a quienes la han sufrido;
medidas de promoción: publicaciones y creación de instrumentos que fomenten las actividades internacionales, regionales y locales destinadas a acabar con la MGF, incluidos instrumentos destinados a legisladores y defensores de la causa para que puedan calcular la carga sanitaria que supone esa práctica y los posibles beneficios en salud pública y ahorros de costos que supondría acabar con ella.