Uno de cada 11 individuos (es decir, el 9%) que ha vivido bajo un conflicto bélico o violento en algún momento de los 10 años previos padece un trastorno mental de moderado a grave.
Según los cálculos, el 22% de las personas (es decir, más de una de cada cinco) que viven en una zona de conflicto sufre depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia.
La depresión tiende a ser más habitual en las mujeres que en los varones.
Tanto la depresión como la ansiedad son más frecuentes cuanto mayor es la edad.
Las personas que padecen trastornos mentales graves presentan una especial vulnerabilidad durante las emergencias; por ello, requieren servicios de atención a la salud mental que satisfagan sus necesidades básicas.
De acuerdo con las directrices internacionales, estos servicios son necesarios a varios niveles —desde la asistencia básica hasta la clínica—, y la atención sanitaria debe dotarse de recursos para satisfacer de inmediato las necesidades de las personas que presentan determinados problemas urgentes de salud mental.
A pesar de la tragedia que representan y de su efecto en la salud mental de las personas, las situaciones de emergencia ofrecen la posibilidad de establecer sistemas de salud mental sostenibles para todas las personas que los necesitan.
Tipos de problemas
Cualquier situación de emergencia a gran escala genera diversos tipos de problemas sociales y de salud mental.
Problemas sociales:
preexistentes: por ejemplo, pobreza y discriminación de grupos marginados;
causados por la emergencia: separación de la familia, inseguridad, pérdida de medios de subsistencia, descomposición del tejido social, disminución de la confianza y los recursos; y
causados por la respuesta humanitaria: hacinamiento, falta de privacidad, pérdida del apoyo comunitario o tradicional;
Problemas de carácter psicológico:
preexistentes: trastornos mentales como depresión, esquizofrenia o alcoholismo;
causados por la emergencia: duelo, reacciones agudas al estrés, consumo abusivo de sustancias o bebidas alcohólicas, depresión y ansiedad, incluido el trastorno de estrés postraumático; y
causados por la respuesta humanitaria: ansiedad debida a la falta de información acerca de la distribución de alimentos o de la manera de obtener otros servicios básicos.
Prevalencia
Las situaciones de emergencia causan malestar a la mayoría de las personas, que se manifiesta, por ejemplo, en forma de ansiedad y tristeza, desesperación, trastornos del sueño, cansancio, irritabilidad o ira y/o dolor.
Estos efectos son habituales y suelen mitigarse con el tiempo. Sin embargo, es previsible que la prevalencia de los trastornos mentales frecuentes, como la depresión y la ansiedad, se duplique durante las crisis humanitarias.
La carga de enfermedades mentales en las poblaciones afectadas por conflictos es muy elevada: de acuerdo con una revisión realizada por la OMS que incluyó 129 estudios realizados en 39 países, el 22% de las personas (es decir, más de una de cada cinco) que han vivido en una zona afectada por un conflicto en algún momento de los 10 años previos sufre depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia.
Según este estudio, la prevalencia puntual (es decir, la proporción de personas que presenta una enfermedad en un momento dado) de las formas leves de depresión, ansiedad y trastorno por estrés postraumático en las zonas afectadas por conflictos es del 13%, y la de las formas moderadas, del 4%. En cuanto a los trastornos graves (esquizofrenia, trastorno bipolar y los casos graves de depresión, ansiedad y trastorno por estrés postraumático), alcanza el 5%. De acuerdo con las estimaciones, uno de cada 11 individuos (es decir, el 9%) que ha vivido bajo un conflicto bélico o violento en algún momento de los 10 años previos padece un trastorno mental de moderado a grave.
En la población que vive en zonas de conflicto, la depresión suele ser más habitual en las mujeres que en los varones, y tanto la ansiedad como la depresión aumentan con la edad.
Las personas que padecen trastornos mentales graves presentan una especial vulnerabilidad durante las emergencias; por ello, deben tener acceso a los servicios sanitarios y necesitan que se satisfagan sus necesidades básicas. En una revisión publicada en 2014 sobre un sistema de información sanitaria utilizado por 90 campamentos de refugiados en 15 países de ingresos medianos y bajos se observó que el 41% de las consultas por trastornos mentales, neurológicos o de abuso de sustancias guardaban relación con la epilepsia, el 23% con trastornos psicóticos y el 13% con formas de moderadas a graves de depresión, ansiedad o estrés postraumático.
Eficacia de la respuesta de emergencia
Las directrices internacionales sobre salud mental y apoyo psicosocial en situaciones de emergencia refrendadas por la OMS recomiendan proveer estos servicios a varios niveles, desde la asistencia básica hasta la clínica. Además, la atención clínica a la salud mental deben prestarla profesionales especializados en la materia, como personal de enfermería psiquiátrica, psicólogos o psiquiatras, o bien otros profesionales supervisados por ellos.
La asistencia comunitaria y el apoyo psicosocial se debe reforzar, por ejemplo, creando o restableciendo grupos comunitarios cuyos miembros resuelvan conjuntamente problemas y participen en actividades como la ayuda humanitaria de emergencia o la capacitación, y haciendo participar a las personas vulnerables y marginadas, entre ellas las que padecen trastornos mentales.
Los primeros auxilios psicológicos, que deben prestar personas que actúen en el terreno —en particular profesionales sanitarios, docentes y voluntarios formados para ello— proporcionan apoyo afectivo y práctico en primera instancia a las personas que sufren malestar psíquico agudo debido a un acontecimiento reciente.
Todos los centros sanitarios deben contar con profesionales sanitarios cualificados u otros trabajadores de la salud a quienes se supervise, con el fin de prestar servicios clínicos básicos de salud mental a personas que presenten trastornos que se consideran prioritarios, como la depresión, los trastornos psicóticos, la epilepsia, el alcoholismo y otras adicciones a sustancias.
También deben participar en la respuesta especialistas o trabajadores comunitarios del sector sociosanitario, debidamente cualificados y supervisados, a fin de ofrecer a las personas que sufren un malestar prolongado intervenciones psicológicas, por ejemplo, intervenciones para resolución de problemas, terapia de grupo interpersonal y terapia cognitivo-conductual.
La protección y promoción de los derechos de las personas con problemas de salud mental y discapacidades psicosociales graves es particularmente importante en las emergencias humanitarias, e incluye las visitas, el seguimiento y el apoyo en instituciones psiquiátricas y residencias geriátricas.
Es necesario establecer vínculos y sistemas de derivación entre los especialistas en salud mental, los médicos generalistas, los profesionales sanitarios que trabajan fuera de los centros de salud y otros servicios como las escuelas, los servicios sociales y la ayuda humanitaria de emergencia que distribuye alimentos y agua y que proporciona cobijo o vivienda.
Una visión de futuro: las emergencias pueden contribuir a mejorar los sistemas de salud mental
La salud mental es crucial para la recuperación socioeconómica general de las personas, las sociedades y los países tras una emergencia.
En un sentido general, la reforma de los servicios de salud mental avanzará más rápidamente si durante cada crisis se intenta aprovechar el aumento de las ayudas y la atención a la salud mental a corto plazo para impulsar la prestación de servicios a largo plazo. Muchos países se han valido de la ayuda ofrecida durante emergencias para reforzar sus sistemas de salud mental tras las crisis.
En el caso de la República Árabe Siria, a pesar de los problemas causados por el conflicto actual —o, quizás, como medio de hacerles frente— nunca había sido más fácil tener acceso a los servicios de salud mental y el apoyo psicosocial. Si, antes del conflicto, la atención a la salud mental se prestaba principalmente en los hospitales psiquiátricos de Alepo y Damasco, ahora se ofrece en centros de atención primaria y secundaria y de asistencia social, a través de centros comunitarios y para mujeres y de programas escolares, en más de 12 ciudades de provincias gravemente afectadas por el conflicto.
En Sri Lanka, la salud mental fue una prioridad absoluta en el periodo que siguió el tsunami de 2004 y se reformó el sistema de salud mental. La OMS ayudó a las administraciones nacionales a introducir importantes innovaciones para hacer frente a la escasez de recursos humanos, en particular en las distintas categorías de profesionales sanitarios del sector. Ahora, 20 de los 27 distritos del país cuentan con una infraestructura de servicios de salud mental, mientras que antes del tsunami solo 10 la tenían.
Cuando el tifón Haiyan azotó Filipinas en 2013, solo dos centros prestaban servicios básicos de salud mental y faltaba personal capacitado para satisfacer las necesidades. El Gobierno filipino inició un ambicioso plan de aumento de los servicios de salud mental, al que contribuyeron la OMS y sus asociados. Ahora, el 100% de los centros de salud de la región afectada cuentan con personal formado para atender a los pacientes afectados.
La salud mental también se debería incluir en los planes nacionales de preparación para catástrofes. La OMS y la Organización Panamericana de la Salud están ayudando a los países caribeños de la Región de las Américas a prestar debidamente apoyo psicosocial y servicios de salud mental a las personas que los necesitan tras el paso de ciclones o después de otras catástrofes naturales.
Respuesta de la OMS
La OMS es el principal organismo que presta asesoramiento técnico sobre salud mental en situaciones de emergencia. En 2019, la Organización está trabajando en esta esfera en varios países y territorios afectados por emergencias masivas, como Bangladesh, el Iraq, Jordania, el Líbano, Nigeria, la República Árabe Siria, la Ribera Occidental y Franja de Gaza, Sudán del Sur, Turquía y Ucrania.
La OMS copreside el Grupo de Referencia del Comité Permanente entre Organismos para la Salud Mental y el Apoyo Psicosocial en Situaciones de Emergencia, que proporciona asesoramiento y apoyo a las organizaciones que trabajan en esta esfera.
La Organización trabaja en todo el mundo a fin de que la prestación de servicios de salud mental en las emergencias humanitarias sea coordinada y eficaz y de que se haga todo lo posible para pensar a largo plazo, de modo que los sistemas de salud mental que se instauren o restablezcan sean sostenibles.
La mayoría de las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria del campo de la salud mental utilizan las directrices y los instrumentos de la OMS. Junto con sus asociados, la OMS ha publicado directrices y documentos prácticos para atender las necesidades de salud mental en las zonas de emergencia.
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