La violencia contra los niños incluye todas las formas de violencia contra los menores de 18 años, infligida por sus padres o por otras personas que les cuiden, sus compañeros, sus parejas u otras personas.
Se calcula que hasta 1000 millones de niños de entre 2 y 17 años en todo el mundo fueron víctimas de abusos físicos, sexuales, emocionales o de abandono en el último año (1).
La violencia sufrida en la infancia afecta a la salud y el bienestar a lo largo de toda la vida.
La meta 16.2 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es «poner fin al maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños».
Se han recogido pruebas en todo el mundo que demuestran que la violencia contra los niños se puede prevenir.
Efectos de la violencia
La violencia contra los niños afecta, a lo largo de toda la vida, en su salud y su bienestar y en los de sus familias, sus comunidades y sus países. Estas son algunas de esas consecuencias:
defunciones: los homicidios, que suelen cometerse con armas blancas o de fuego, son una de las tres principales causas de defunción en los adolescentes. En más del 80% de los casos, las víctimas y los autores son varones;
lesiones graves: por cada homicidio hay cientos de víctimas de la violencia juvenil —predominantemente varones— que sufren lesiones como resultado de peleas y agresiones;
trastornos del desarrollo del cerebro y del sistema nervioso: la exposición a la violencia a una edad temprana puede perjudicar el desarrollo cerebral y dañar otras partes tanto del sistema nervioso como de los sistemas endocrino, circulatorio, osteomuscular, reproductivo, respiratorio e inmunológico, con consecuencias que duran toda la vida. Por tanto, pueden verse afectados el desarrollo cognitivo y el rendimiento académico y profesional;
estrategias negativas de respuesta y conductas de riesgo para la salud: los niños expuestos a la violencia y a otras circunstancias adversas tienen muchas más probabilidades de fumar, hacer un consumo nocivo de drogas y bebidas alcohólicas e incurrir en conductas sexuales de alto riesgo, así como de presentar tasas más altas de ansiedad, depresión, otros problemas de salud mental y suicidio;
embarazos no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos e infecciones de transmisión sexual, entre ellas la infección por VIH;
numerosas enfermedades no transmisibles cuando alcanzan la edad adulta. El aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y otros problemas de salud se debe en gran medida a las estrategias de respuesta negativas y las conductas de riesgo asociadas con la violencia;· pérdida de oportunidades y afectación de la siguiente generación: los niños expuestos a la violencia y a otras circunstancias adversas tienen más probabilidades de abandonar los estudios, más dificultades para encontrar y mantener un empleo y más riesgo de ser víctimas o autores de agresiones interpersonales o autoinfligidas en una etapa posterior de su vida, con lo cual pueden afectar a la generación siguiente.
Factores de riesgo
La violencia contra los niños es un problema con múltiples facetas y causas a nivel individual, en las relaciones cercanas, en la comunidad y en la sociedad. Los principales factores de riesgo son los siguientes:
A nivel individual:
aspectos biológicos y personales como el sexo y la edad;
bajo nivel de instrucción;
renta baja;
discapacidad o problemas de salud mental;
ser lesbiana, gay, bisexual o transgénero;
consumo nocivo de drogas y bebidas alcohólicas;
historial de exposición a la violencia.
En las relaciones cercanas:
falta de apego emocional entre los niños y sus padres o cuidadores;
prácticas deficientes de crianza de los hijos;
disfunción y separación familiar;
frecuentación de compañeros delincuentes;
muestras de violencia entre padres o cuidadores;
matrimonio precoz o forzado.
A nivel comunitario:
pobreza;
alta densidad demográfica;
baja cohesión social y transitoriedad de la estancia en el lugar;
acceso fácil a bebidas alcohólicas y a las armas de fuego;
alta concentración de bandas juveniles y tráfico de drogas ilícitas.
En la sociedad:
normas sociales y de género que crean un clima que normaliza la violencia;
políticas sanitarias, económicas, educativas y sociales que mantienen las inequidades económicas, sociales y de género;
ausencia o insuficiencia de protección social;
situaciones posteriores a conflictos o catástrofes naturales;
escasa gobernanza o ausencia de fuerzas de orden público.
Prevención y respuesta
Es posible prevenir la violencia contra los niños. La prevención y la respuesta se basan en la adopción de medidas sistemáticas para hacer frente a los factores de riesgo y proporcionar protección en cuatro niveles de riesgo interconectados (individual, relacional, comunitario y social).
Un grupo de 10 organismos internacionales, bajo el liderazgo de la OMS, ha elaborado y aprobado un conjunto de medidas técnicas basadas en datos empíricos denominado INSPIRE: siete estrategias para poner fin a la violencia contra los niños y niñas. El objetivo es ayudar a los países y las comunidades a alcanzar la meta 16.2 de los ODS sobre la eliminación de la violencia contra los niños. Cada letra de la palabra INSPIRE es la inicial de una estrategia. Se ha demostrado que la mayoría de estas estrategias previenen varias formas de violencia y aportan beneficios en esferas como la salud mental, la educación y la reducción de la delincuencia.
INSPIRE: siete estrategias para poner fin a la violenciacontra los niños y niñas
Estas son las siete estrategias:
implementación y vigilancia del cumplimiento de la legislación (por ejemplo, prohibir las formas violentas de disciplina y restringir el acceso a las bebidas alcohólicas y a las armas de fuego);
modificación de normas y valores (por ejemplo, las normas que dejan impune el abuso sexual de las niñas o el comportamiento agresivo entre los niños varones);
seguridad en el entorno (por ejemplo, determinar las «zonas críticas» del vecindario donde suele haber más violencia y tratar las causas locales a través de la vigilancia policial y de otras intervenciones encaminadas a solucionar problemas concretos);
apoyo a los progenitores y los cuidadores (por ejemplo, impartiendo formación sobre la crianza de los hijos a los padres jóvenes y a los que tienen su primer hijo);
fortalecimiento económico y de los ingresos (como la microfinanciación y la formación sobre normas de género);
respuesta de los servicios de atención (por ejemplo, garantizar que los niños expuestos a la violencia tienen acceso a una atención de emergencia eficaz y reciben un apoyo psicosocial adecuado); y
educación y competencias prácticas (velar por que los niños acudan a la escuela y aprendan aptitudes sociales y para la vida).
Respuesta de la OMS
En mayo de 2016, la Asamblea Mundial de la Salud aprobó una resolución sobre el primer Plan de acción mundial de la OMS para fortalecer la función del sistema de salud en el marco de una respuesta nacional multisectorial para abordar la violencia interpersonal, en particular contra las mujeres y las niñas, y contra los niños en general.
De conformidad con este plan y en colaboración con los Estados Miembros y otros asociados, la OMS se ha comprometido a:
hacer un seguimiento del alcance y de las pautas mundiales de la violencia contra los niños y ayudar a los países a documentar y conocer la magnitud del problema;
utilizar un sistema electrónico de información para resumir los datos científicos sobre la carga, los factores de riesgo y las consecuencias de la violencia infantil, así como los datos que demuestren que es posible prevenirla;
elaborar y difundir orientaciones, documentos, normas y criterios técnicas basados en datos empíricos para prevenir la violencia contra los niños y actuar frente a ella;
publicar periódicamente informes mundiales sobre las iniciativas emprendidas por los países para combatir la violencia contra los niños mediante políticas y planes de acción, leyes, programas de prevención y servicios de respuesta a escala nacional;
ayudar a los países y a los asociados a aplicar estrategias de prevención y respuesta basadas en datos empíricos, como las que figuran en el instrumento técnico INSPIRE: siete estrategias para poner fin a la violencia contra los niños y las niñas;
colaborar con organismos y organizaciones internacionales para reducir y eliminar la violencia contra los niños en todo el mundo mediante iniciativas como la Alianza mundial para acabar con la violencia contra los niños, «Together for Girls» y la Alianza para la Prevención de la Violencia.
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